Aunque se ha avanzado mucho en el estudio de problemas tradicionales CTS en los últimos diez años, especialmente en el contexto del desarrollo curricular, es necesario ir más lejos. Lo que sabemos no es suficiente. Es necesario discutir más a fondo cuál es el sentido del progreso tecnocientífico.
Sostengo que las relaciones entre tecnociencia y poder pueden y deben ser reformuladas en un sentido más democrático y ético con el fin de reconciliar los valores y la cultura democrática y humanista con el progreso tecnocientífico. Es necesario profundizar la democracia participativa (no sólo representativa) como el eje mediador y regulador entre la tecnociencia y el poder. Es decir, que la reorientación de las relaciones entre la tecnociencia y el poder sólo puede florecer en sociedades abiertas y democráticas y tiene importantes implicaciones para la educación de los ciudadanos. Necesitamos desarrollar una mayor conciencia de nuestras circunstancias sociales, ampliando así nuestra capacidad de comprensión y participación en las decisiones importantes de carácter social, político y educativo, que no pueden resolverse por sí mismas: analfabetismo, amenazas a la biodiversidad, problemas con la sustentabilidad, cambio climático, problemas con la ingeniería genética, desregulación de las estructuras sociales…
Ahora está claro el creciente distanciamiento entre ciudadanos y gobierno, es decir, la disfunción en la relación entre los ciudadanos y el poder político, incluso en sociedades donde existe la democracia formal. La cuestión no es sólo la transparencia de estas relaciones.
Al igual que otros autores (Sclove, Forti, Jasanoff, Mayor, entre otros), sostengo que:
I) Es necesaria una mayor transparencia del discurso político. La experiencia demuestra que esta transparencia no es de la iniciativa del poder político. Por lo tanto, es un acto de la ciudadanía ayudar a descubrirlo y hacer públicos los criterios para decidir sobre las políticas de ciencia/tecnología. Una de las condiciones es apoyar y promover la formación de una cultura científica al servicio de la ciudadanía democrática (lo que no significa convertir a cada ciudadano en un científico). Un buen ejemplo de alternativas capaces de generar una orden tecnológica más democrática es la génesis y desarrollo del movimiento internacional sobre el medio ambiente.
II) Los objetivos y el contenido de los programas internacionales de ciencia/tecnología deben ser reorientados para servir mejor a las necesidades humanas básicas a toda la humanidad, y no sólo unos pocos privilegiados. Es decir que el diseño de estos programas debe tener una matriz de Derechos Humanos.
III) Es necesario repensar la organización de la toma de decisiones, especialmente redefinir la función de los asesores científicos. Limitar el poder de ambas partes, políticos y asesores científicos.
IV) Es necesario crear organismos de cooperación internacional (a imagen de la UNESCO) para ayudar a los países menos desarrollados en su desarrollo científico/tecnológico y con el fin de resolver de manera sustentable, no sólo a nivel local, los problemas de calidad de vida y el bienestar de los ciudadanos.
Con la globalización económica neoliberal se produce una fractura en la autoridad de los estados-nación que no favorece la aproximación con los ciudadanos y, por lo tanto, el control de los cambios de orden educativo, social y tecnológico, entre otros. La cuestión clave es quién decide qué.
Publicado el 23 de mayo de 2011
Un llamado de atención
Es muy interesante la opinión del autor, en la medida que apunta contra una \»naturalización\» de la tecnología y de la ciencia, que desdibuja las relaciones de poder que están implícitas en ellas. Las tecnologías son sistemas sociales; no se agotan en su contenido técnico sino que involucran a los usuarios y conllevan valores, tanto positivos como negativos. Es por ello que una sociedad democrática garantiza mejor un estilo de desarrollo tecnológico más equitativo y más sustentable en términos sociales y ambientales. El problema es que la dinámica del cambio requerido no proviene de la ciencia y la tecnología, sino de las propias sociedades, las que deben ser capaces de construir reglas de juego aptas para garantizar la transparencia, la participación, el control de los excesos de poder y garantizar oportunidades paraa todos. En cuanto a los organismos de cooperación internacional, se supone que para eso están. Si uno mira la carta de Naciones Unidas, dice exactamente eso. Ahora bien, las naciones que forman parte de la UNESCO y los restantes organismos de Naciones Unidas ¿son todas ellas democráticas? Los gobiernos de los países más pobres, alli representados, ¿son gobiernos que defienden y protegen a sus ciudadanos o a las burocracias enquistadas en el poder? Por consideraciones de este tipo es que valoro el plantemiento del autor como un apelativo ético que uno no debe perder de vista, más que como un programa de cumplimiento factible, al menos desde el plano de la ciencia y la tecnología, o la tecnociencia, que es el término que usa el autor. El parece conocer las dificultades de la tarea cuando señala que la globalización erosiona la autoridad de los estados nación y dificulta por ello el control de los cambios sociales necesarios. \»Quién decide qué\» es verdaderamente la cuestión clave. Pero hay que atreverse a decidir, porque eso conlleva riesgos. Por ello, quizás, muchas veces cerramos los ojos. Es un buen llamado de atención el que Antonio Francisco Cachafuz nos propone.
¿Quien decide qué? y ¿para qué?
Realmente todo, todo queda sujeto a las decisiones de quienes el poder de dominar y organizar las macroestructuras y las producciones económicas que significan desarrollo \»para ciertos sectores\», porque la sociedad en general, las mayoría siempre se sujetan al dominio político y económico. Lo peor es que los centros de pensamiento como las universidades y centros de ciencia, también se ven sometidos, las Universidades ofrecen carreras que los jóvenes demandan sin pensar que si esa carrera es realmente necesaria, para el país; asi tenemos mercados saturados de abogados, carrerass empresariales e informáticas…para favorecer el mercado, el comercio, crear la necesidad de comprar y consumir…más no para un verdadero desarrollo social. Si bien los aparatos electrónicos y tecnológicos como el tel. celular que hoy se vende masivamente, facilitan la vida, pero tambienn es cierto que contaminan la vidad. De alguna manera esto significa desarrollo. El deterioro acológico y ambiental sigue aumentando y no hay nada que lo pueda detener, a pesar del desarrolo científico tecnico.
Y dónde estan las respuestas de los centros de pensamiento?
La sed del hombre por la tecnociencia
Los hombres nativos informáticos están acorde con el beneficio de la tecnocienciaa, pero más allá no, especialmemnte para sofocar la pobreza de la mayoría de países, ofendidos por los desastres naturales y la supermacia de algunas sociedades potencialmente económica.
La tecnociencia para el bien común
Todos los países, así como tienen políticas en educación, salud, vivienda, defensa y otros, también deben tener una política tecnológica, con finalidades y objetivos concretos; sólo así habrá compromiso de los científicos e investigadores para aplicar la tecnociencia con principios éticos a favor de la humanidad en los diferentes campos de la actividad productiva, y no en contra de ella.
La preocupación del autor es preocupación de todos, por ello felicito su iniciativa y a la vez me adhiero a su inquietud, pues a todos nos gustaría saber, quién toma las decisiones, y mas aún qué tipo de decisiones.
Felicidades
Lucy.
Interesante Idea.
Es importante y bastante atinada la idea de promover a partir de los gobiernos y respaldados por su poder político una cultura científica que sea entendible por las grades mayorías, pero en primer lugar es necesario trabajar en muchos de los países subdesarrollados en la erradicación del Analfabetismo y debe también mejorarse
las condiciones de vida y la atención a sus necesidades básicas de este modo el panorama para la promoción de una cultura científica y la participación de los ciudadanos en proyectos de esta naturaleza podrán tener una mayor acogida.
Tecnociencia y movilización ciudadana para el bien
Estimado colega, su texto “La tecnociencia para el bien común” incluye una multiplicidad de interesantes reflexiones y sugerencias. Nosotros hemos encontrado particularmente oportuna, para este momento crucial que estamos viviendo, su afirmación de que “Los objetivos y el contenido de los programas internacionales de ciencia/tecnología deben ser reorientados para servir mejor a las necesidades humanas básicas a toda la humanidad, y no sólo a unos pocos privilegiados”.
La oportunidad de esta propuesta aparece claramente al considerar el sólido estudio publicado por el IPCC este mismo mes de mayo, en el que se muestra que es posible llegar en poco tiempo a satisfacer las necesidades energéticas del planeta contando únicamente con recursos renovables y limpios (http://www.inesglobal.com/ipcc-report-on-renewables.phtml). Con ello, además de garantizar un acceso sostenible a recursos energéticos respetuosos con el medio ambiente, se contribuiría a impulsar la innovación y la creación de millones de puestos de trabajo “verdes”.
Nos encontramos, pues, ante una posibilidad de programa internacional al servicio, como usted propone, de necesidades humanas básicas, que cuenta con el extraordinario aval que suponen los miles de científicos y tecnólogos que forman parte del IPCC. Ello no basta, sin embargo, para que tal programa se ponga en marcha: los lobbies favorables a la energía nuclear continúan su campaña propagandística y de presión directa sobre los gobiernos a favor de la construcción de nuevas centrales, ignorando informes científicos como el del IPCC a favor de las energías renovables y las críticas, igualmente fundamentadas, al uso de la energía nuclear (ver, por ejemplo, http://www.oei.es/decada/boletin063.php).
Nos encontramos, pues, en una disyuntiva que reclama la decidida implicación ciudadana para lograr que los responsables políticos adopten las medidas necesarias. Tocamos aquí una cuestión fundamental que también plantea usted en su documento, el de “la organización de la toma de decisiones”. No es una cuestión resuelta, ni mucho menos, pero las experiencias positivas que conocemos indican que se precisa la convergencia de la comunidad científica y de los movimientos ciudadanos para superar la defensa de intereses particulares a corto plazo que se oponen al bien común. Así ha ocurrido históricamente en casos como el uso del DDT o de los compuestos clorofluorcarbonados que destruían la capa de ozono. Y así habrá de ocurrir ahora para terminar con el uso de recursos energéticos contaminantes, ya sean de origen fósil o nuclear (ver http://www.oei.es/decada/boletin065.php). Debemos y podemos lograr, como usted acertadamente reclama, una “tecnociencia para el bien común”, pero ello requiere una amplia movilización ciudadana fundamentada en los resultados científicos. Porque, como nos recuerdan desde Amnistía Internacional –que celebra ahora sus 50 años de fructífera promoción de los Derechos Humanos- “El mundo puede cambiar, pero no va a cambiar solo”.
Tecnociencia \»Políticas Públicas o solo Política\
El planteo del poder político en la tecnociencia, en desmedro del conocimiento ciudadano, es una gran verdad que se viene arrastrando desde el mismo comienzo del desarrollo de la Ciencia y la Tecnología. No hace falta ahondar demasiado para saber de donde viene esa idea de manejar la información pública en Ciencia y Tecnología como un gran secreto de estado y en esa línea, lamentablemente la carrera armamentista puso los límites en cuanto a que saber, como saber y para quien se informa. Si bien es cierto que es necesario contar con más organismos de cooperación que ayuden a los países que más necesitan, de nada servirá pues siempre primará el clientelismo político en donde los amigos del poder político son beneficiados por becas de capacitación, viajes, viáticos, etc, para que luego terminado estos beneficios y pasado el gobernante de turno, todo deberá comenzar de cero, y en esta línea también existe la complicidad de los propios organismos, pues permiten que personas sin formación básica o sin experiencia en los temas específicos participen de los proyectos que se tratan de impulsar. Finalmente la respuesta para la pregunta \»quien decide que\», pues sin ninguna duda LOS POLTICOS DE TURNO, mientras tanto los países subdesarrollados…pues bien gracias¡¡¡¡
la fractura
Coincido con que la economía neoliberal se produjo una fractura en la autoridad de los estados-nación, sin embargo la globalización continúa y no creo que esté originada sólo en el neoliberalismo. Pasada la ola neoliberal la globalización no tiene regreso, los ciudadanos deberemos aprender a aproximarnos y a tomar decisiones en los nuevos paradigmas
El problema de la Cultura Científica
El principal problema que yo percibo en el aspecto de una política o, incluso, de una democratización de la CTI es la existencia de un círculo vicioso para la formación de la cultura científica.
Para la existencia de una cultura científica, perdurable y éxitosa, es necesaria la implantación de una política pública que ponga a la ciencia como un eje central y busque crear conciencia sobre ella en la sociedad. Pero, en nuestra cultura iberoamericana, a los políticos les interesa poco la ciencia y sus temas de preocupación dependen de los temas \»de moda\» o de mayor importancia para sus electores. De lo anterior se desprende, sin políticas no va a haber cultura y sin cultura no va darse políticas.
Por ello, estoy de acuerdo con que agentes externos empiecen a generar dicha cultura científica. Como se afirma en el punto IV, es necesario que la cooperación internacional, el sector privado y las universidades se involucren en la creación de una cultura científica, con el fin de obtener un mayor respaldo político en el futuro.
Mejor educación para mejores resultados
También, al lado de buenas políticas deben estar las voluntades de otras instituciones sociales, no solo el Estado. Las Universidades (con los investigadores en representación) han estado la mayor de las veces aislados de lo que pasa en la sociedad, así declaren unas intenciones (normalmente retóricas) en la formulación de sus investigaciones.
Además:
¿Dónde se evidencia la conexión del sistema educativo, entre la educación básica y la educación superior?
La educación de calidad debe empezar desde la infancia; los primeros innovadores y creativos son los niños, que muchas veces terminan limitados, frustrados por un sistema escolar que nada tiene que ver con el concepto de sistema sino con una desconexión absurda de lo que los rodea. Así no es posible formar nuevos investigadores, que tomen las ciencias como vocación con el fin de transformación de realidades.
Otro aspecto es: si quienes decidieran por lo menos tuvieran claro qué es política y ciudadanía, entonces habría un avance. Mientras tanto, esos dos conceptos se siguen desvirtuando, sirviendo a intereses particulares.