Por Lucas Luchilo
Investigador del Centro REDES, Argentina.
En un artículo aparecido en el diario El Nuevo Herald –y en varios diarios de España y de América–, el periodista Andrés Oppenheimer reseña un artículo de Nature acerca de las modificaciones en la concentración de investigación en física en distintas ciudades del mundo. El punto que le interesa enfatizar a Oppenheimer es la baja presencia de ciudades latinoamericanas. Esta ausencia es vista como una evidencia del insuficiente desarrollo de la investigación en nuestra región. La insuficiencia es aún más marcada si se compara la situación latinoamericana con el notable crecimiento asiático.
El artículo del que Oppenheimer recoge la información parte de un estudio bibliométrico en el campo de las ciencias físicas, a partir de los artículos publicados en las revistas de la American Physical Society (APS) entre 1960 y 2009. A partir de ese relevamiento, se identifican pautas de distribución geográfica. Un aspecto de interés particular en el estudio es que los autores no solamente toman como referencia los artículos producidos en las distintas ciudades sino también los consumidos. Para ello toman como referencias las citas recibidas y dadas como un proxy de la producción y el consumo. Sobre los datos de citas construyen una suerte de “balanza comercial” y clasifican a los nodos –las áreas urbanas en las que se localizan los productores y consumidores– de acuerdo con el superávit y el déficit en esa balanza.
Si bien el estudio abarca cincuenta años, el interés de los autores se concentra en los cambios producidos en los últimos veinte. En este período, advierten cambios significativos. En el caso de los Estados Unidos, se observa el tránsito desde un patrón en la que la producción se concentraba en unas pocas áreas urbanas en las costas Este y Oeste hacia otro en el que crece la participación de centros ubicados en el Medio Oeste y en el Sur. En Europa, se observa un llamativo crecimiento de centros en Francia, Italia y en algunas regiones de España. Desde el punto de vista del consumo, el fenómeno más notable es la emergencia de varias áreas urbanas de China como centros principales.
El artículo analiza la importancia relativa y los flujos entre ciudades en el período analizado. Esta es probablemente la parte más débil del artículo. Las citas son producidas por personas que trabajan en equipos que son parte de instituciones. Por lo tanto, tomar al investigador, al grupo o al laboratorio como unidades de análisis no presenta mayores dificultades. ¿Por qué las ciudades o las “áreas urbanas” deberían ser consideradas como unidades de análisis para este tipo de estudios? Una respuesta posible puede remitir a algunas características de las ciudades que incida sobre el fenómeno a analizar. En otras palabras, la adopción de la ciudad como unidad de análisis supondría la existencia de algún “factor ciudad” que contribuya a explicar el comportamiento de la producción y el consumo. Pero en el artículo no hay ninguna justificación para adoptar esta perspectiva. Tampoco hay ningún intento de explicar los cambios en las posiciones relativas de las ciudades a lo largo del período 1990-2009.
La presencia de algunas ciudades pequeñas en las listas puede sugerir la importancia de otro factor, la localización de un gran laboratorio público o de un departamento universitario poderoso en poblaciones pequeñas. Tampoco está claro cuál es el criterio para definir qué debe entenderse por “área urbana”: ¿los límites legales de la ciudad? ¿el área metropolitana? ¿el centro y los suburbios? Las debilidades de la perspectiva se pueden apreciar con algunos ejemplos. En el artículo se destaca el avance de Orsay como centro de producción. Orsay es una ciudad de 16.000 habitantes, a 20 km de París. Allí están localizados el Instituto de Física Nuclear y el departamento de física de la Universidad París Sud. Otra ciudad destacada es Batavia –26.000 habitantes–. Batavia es un suburbio de Chicago, en donde se encuentra el Fermi National Accelerator Laboratory (Fermilab). ¿Por qué no considerar a ambas como parte del área metropolitana?
La producción científica en física es depende mucho de la existencia de instalaciones y equipamientos de muy alto costo. A los ejemplos citados se pueden agregar otros para las ciudades identificadas en el artículo como las primeras veinte del ranking. Así, en la ciudad de Berkeley –la segunda del ranking– está ubicado el Lawrence Berkeley National Laboratory (Berkeley Lab), del Departamento de Energía de los Estados Unidos. El Argonne National Laboratory contribuye al destacado lugar de Lemont –otro suburbio de Chicago– en la lista. Los Álamos –12.000 habitantes–, y Oak Ridge –29.000 habitantes tienen como centros principales de su actividad los laboratorios nacionales allí radicados. La presencia de Meyrin –22.000 habitantes, cerca de Ginebra– se explica por la presencia del CERN. En otras palabras, en varios de los centros incluidos en la lista de principales ciudades, antes que un “efecto ciudad” sobre la producción y el consumo en física hay un “efecto laboratorio” sobre la ciudad. Elaborar un ranking de ciudades de acuerdo con su producción en física puede resultar atractivo. Pero cabe dudar de una clasificación en la que Tokio y Piscataway están en el mismo rango, y West Lafayette supera a Nueva York.
¿Hasta qué punto el artículo de Nature abona la afirmación de Oppenheimer de que “Según Florida, el mapa revela que pese a todo lo que se escribe sobre el ascenso del mundo emergente, y pese a la desconcentración de los centros científicos, la brecha entre los países ricos y pobres no está disminuyendo mucho en el campo de las ciencias”? Sin duda, las brechas siguen siendo importantes. Sin embargo, una lectura atenta del artículo sugiere un panorama mucho más matizado. Lo que la trayectoria de las dos últimas décadas sugiere es el tránsito desde un sistema polarizado, en el que coexistían algunos centros muy productores –esto es, centros que recibían muchas más citas que las que hacían– y centros muy consumidores –que citaban mucho más que lo que eran citados–, hacia uno más equilibrado –es decir, uno en el que las diferencias entre citaciones recibidas y citaciones producidas son menores–. Para ponerlo con un ejemplo latinoamericano, la región paulista tenía en 1990 una relación entre citas recibidas y citas emitidas mucho más inclinada hacia el primero de los términos que la que se observa para 2009. Esto no significa que haya pasado a ser productor, sino que su producción en 2009 era mucho más citada que en 1990.
Desde esta perspectiva, este mayor equilibrio entre producción y consumo puede ser visto como un avance. Sin embargo, como se señaló previamente, la escala de las inversiones y los recursos humanos movilizados en los principales centros de producción y consumo hace difícil que los principales centros de la región puedan competir no ya con los centros establecidos sino también con otros emergentes.
Publicado el 4 de junio de 2013