Por Josep Lobera
Instituto Universitario de Investigación Ortega y Gasset (IUIOG); Universidad Autónoma de Madrid.
Entre ciencia y democracia existen numerosos puntos de convergencia y de retroalimentación mutua; sin embargo, algunas de sus dinámicas entran también en contradicción. El debate acerca de hasta qué punto debe incorporarse la participación de los ciudadanos “no científicos” a la construcción de la ciencia y las decisiones sobre sus aplicaciones dura ya varias décadas y sigue sin resolverse. La democracia plantea el derecho a participar en la toma decisiones sobre aquellos aspectos que afectan directamente la vida de las personas (isegoria, igualdad en el uso de la palabra decían los griegos). El ethos científico siempre ha incluido el principio de apertura de la ciencia, pero se ha tratado tradicionalmente de una apertura limitada a los miembros de la comunidad científica y sometida a ciertas reglas de relación habituales en su seno, incluidas las relaciones de jerarquía.
¿Quién decide y cómo? Un ciudadano, un voto, se dice en democracia. En ciencia no se vota, se llegan a consensos o a disensos comunicados en lenguaje científico. Fuera de los canales científicos, para la mayoría de la comunidad científica “no hay discusión”. Además, no todo el mundo puede participar de esa discusión científica. Tradicionalmente, el certificado de “ciudadanía científica” (que legitima para participar en ella) se expide en ciertas instituciones de educación superior; asimismo esa “ciudadanía” debe ser mantenida mediante la afiliación a una institución reconocida y, finalmente, el peso del “voto” o la opinión en ciencia suele depender de la reputación del “ciudadano científico” dentro de la comunidad y de la reputación de la institución a la que está afiliado. Este sistema ha acompañado los grandes avances que se han producido gracias a la innovación tecnocientífica, así como los nuevos problemas generados por algunas de sus aplicaciones. Pero, ¿qué ocurre cuando la comunidad científica no se pone de acuerdo, cuando “los factores son inciertos, hay valores en disputa, los riesgos son altos y las decisiones son urgentes” (Funtowicz y Ravetz, 1993)? El siglo XX y lo que llevamos del XXI nos han dejado numerosos ejemplos en los que los científicos no hemos sabido ver efectos “emergentes” (Morin, 2007) de las aplicaciones tecnocientíficas cuando éstas se han aplicado en entornos complejos, fuera de los laboratorios. En las últimas décadas se han desarrollado propuestas de “ciencia participativa” o de “ciencia posnormal” basadas en un pluralismo epistemológico. En ellas tienen cabida la interdisciplinariedad, el diálogo de la ciencia con los conocimientos locales y saberes tradicionales, y la participación de agentes acientíficos implicados en las investigaciones. Al mismo tiempo, las vías y mecanismos de participación que permiten las instituciones se han multiplicado: referéndums, alegaciones, consejos municipales, foros, sesiones de deliberación, talleres de futuro, science shops, sesiones de debate, entrevistas, encuestas, puertas abiertas, agendas 21, charlas, iniciativas legislativas populares, planes directores, e-democracia, auditorías públicas, etc. A pesar de esta proliferación formal, los procesos de participación en el desarrollo de la tecnociencia continúan siendo restringidos y plantean importantes retos. ¿Acaso puede ser democrática la construcción de la ciencia? ¿Qué tipos de participación ciudadana son viables en el contexto científico? ¿Qué tipos de participación son necesarios para mejorar la eficacia de la ciencia y en qué condiciones? ¿Cómo se articula el conocimiento ciudadano “no científico” con el científico? ¿Pueden dialogar?
Al intentar responder a estas preguntas nos topamos con la plasticidad del término “participación”, que a menudo se ha convertido en un catch-all term o un fetiche que se ha alejado considerablemente de su esencia y que engloba una diversidad de intereses. Para facilitar su análisis se propone una escala desarrollada para examinar la participación ciudadana en la resolución de conflictos socioambientales (Lobera, 2008) y que presenta seis niveles: 1) información; 2) comunicación; 3) consulta; 4) deliberación; 5) toma de decisiones; 6) acción creativa. Esta escala puede usarse para distinguir entre distintos tipos de intervención ciudadana en el espacio tecnocientífico. Un principio que debemos considerar al abordar la participación ciudadana en la construcción de la ciencia y las decisiones sobre sus aplicaciones es que no podemos establecer modelos universales, sino que debemos definir el tipo de participación en función del contexto y del problema concreto que se aborde. Para ello deberá tenerse en cuenta, especialmente, el nivel de incertidumbre, los valores en disputa y el nivel de riesgo. Así, cuando los valores de estas variables sean elevados deberán introducirse mecanismos de participación avanzados, como la participación en la toma de decisiones y el desarrollo de acciones autónomas por parte de la ciudadanía. En cambio, con niveles bajos de incertidumbre y de riesgo y con poca disputa en el campo de los valores, las tipologías de participación a aplicar podrían (¿deberían?) reducirse a un nivel informativo, de diálogo o de consulta.
En la actualidad el debate continúa, y lejos de acercarse a un acuerdo, encontramos análisis divergentes sobre el papel que debe tener la participación en la ciencia. En un extremo, todo vale (la ciencia se construye desde la participación de todas las perspectivas); en otro, nada vale (sólo las instituciones científicas son capaces de producir ciencia). No existen fórmulas mágicas que respondan a las contradicciones que surgen de la cohabitación entre ciencia y participación ciudadana, pero podemos acordar que a mayor incertidumbre técnica y mayores valores en juego, mayor debe ser el nivel de participación de la ciudadanía. Queda por delante el reto de llevar la participación ciudadana en la ciencia a la práctica y aprender de sus contradicciones.
Referencias bibliográficas
Funtowicz, S. y Ravetz, J. (1993): “Science for the post-normal age”, Futures, 25, pp. 39-755.
Morin, E. (2007): “Complejidad restringida, complejidad general”, Revista Sostenible? Nº 9, pp. 23-49.
Lobera, J. (2008): “Insostenibilidad: aproximación al conflicto socioecológico”, Revista Iberoamericana de Ciencia, Tecnología y Sociedad, Vol. 4, Nº 11, pp. 53-80.
Publicado el 16 de agosto de 2011
el saber transcurre por diversos lugares
Estimo que sólo cuando se asuma, seriamente, que no hay creadores de conocimiento por un lado (los sabios) y receptores pasivos de este conocimiento por otro (los legos), sino una vasta red donde el saber circula, reconfigurándose, se podrá aspirar a la consolidación de un diálogo entre pares -y no sólo entre pares científicos- donde acaso los matices técnicos que el autor esboza más arriba sean sustituidos por propósitos políticos importantes y conjuntos, de todos.
Participar en la construcción de saberes \»todo un
La participación de la comunidad no científica en la construcción del conocimiento, es más allá de ser un simple conflicto o contradicción entre ciencia y democracia, es una cuestión de establecer un mecanismo de comunicación permanente que permita no solo tener acceso a la información, sino que a partir de allí se generen nuevos saberes.
Si el conocimiento científico fuese solo de una minoría cualificada, creo que el desarrollo científico tecnológico, no hubiese llegado a desarrollarse al nivel actual. Finalmente creemos que el mismo proceso que se da en la educación, es el que debe primar para que que no exista ni la mayoría absoluta ni la minoría cualificada.
Acción política y conocimiento científico
Si bien el saber se transmite por una red de actores, el conocimiento científico es un tipo particular de conocimiento que, como el religioso, origina epistemologías diferentes. El diálogo ciencia – público se debe dar teniendo esto en mente. A la gente le debería importar lo que hacen los científicos en la medida en que sus acciones son también políticas. Por eso, la única forma de dialogar es teniendo en cuenta que todo producto del conocimiento científico tiene consecuencias políticas así ellas no se puedan determinar con plena certeza.
a favor de la participación \»selectiva\» del ciud
En general podría decir que estoy de acuerdo con la participación del ciudadano en los distintos niveles de construcción científica, pero también creo que esta debe ser, en cierto modo, selectiva. \»…definir el tipo de participación en función del contexto y del problema concreto que se aborde\». No todos podemos opinar y/o participar en todo. Para participar, intervenir, en cualquier temática, debemos exhibir ciertas condiciones básicas, como por ejemplo, poseer conocimientos empíricos y capacidad para comunicarlos,transformarlos en conocimiento científico.
Educación e información para una mayor participaci
A medida que la gente se eduque y se informe sobre los hechos científicos, irá teniendo mayor participación en la construcción de la ciencia. Esto depende también, en gran medida, de la voluntad política de los gobiernos.
Educarse e informarse.
Solamente con educación e información adecuada podemos acortar la distancia que existe entre el ciudadano común y la élite científica. Esto depende en gran medida de la voluntad política de los gobiernos.
Ciencia y Sociedad.
Comenzaré planteando la imposibilidad de separar la ciencia y la sociedad, los ciudadanos organizados en las repúblicas por lo menos, así creo, tienen el derecho a la participación en tanto se asuma a la ciencia como históricamente determinada, sino preguntemos a un japones con su sistema después de lo vivido, su opinión sobre en asunto nuclear. Claro Josep lobera plantea la participación en \»términos absolutos\», para mi una pretensión, dado las posibilidades reales, es decir, concreta, de participación en la actualidad, la democracia representativa, no da opciones para la totalidad, solo para grupos cualificados, cuando mucho solo se realzan encuestas de percepción y no participan todos los ciudadanos, ni siquiera en las elecciones presidenciales. Ahora bien, solo sobre la base de la exclusión de sectores que es ya una constante en los países es previsible la separación ciencia sociedad, pero cuando avancen las naciones a formas concretas de participación ciudadana otro gallo cantará tal y como decimos en Venezuela. A quienes se deben los investigadores científicos sino es a quienes con sus impuestos financian los estados, por lo tanto porque negar la información científica a quienes los mantienen.
Educación e información y participación
Para quienes vivimos en el sur de Chile, tiene muchisimo sentido el contenido de este texto en cuanto al valor que adquiere una comunidad que accede a la educación y la información para comprender el valor que adquiere la participación ciudadana, el contexto presenta una realidad que lleva a generar conflictos socioambientales. De acuerdo a este texto si se llegara a aplicar una participación ciudadana en la que se consideraran los seis niveles que se mencionan, la resolución de conflictos socioambientales sería con un menor costo del impacto negativo que produce, cuando no se consideran los \»saberes\» de las comunidades en las que predominan nuestros pueblos originarios. Para quienes hemos podido compartir en sus comunidades la cotidianeidad de sus vidas, nos asombra el legado que dejaron las generaciones que los precedieron y que les transmitieron a traves de la \»oralidad\» una Cosmovisión de sus territorios que los llevo a lograr el Desarrollo Sustentable,muy similar al que estudiamos de acuerdo al conocimiento de los cientificos publicado en los textos.
Educacion e Información y Participación
En el antepenúltimo párrafo me refería a quienes Antecedieron a quienes habitan esos territorios.
Votar y calcular
No nos liemos. Yo creo que es preferible mantener una clara distinción entre dos tipos de problemas sociales y de sus correspondientes debates o controversias públicas. Están las cuestiones que esperamos resolver mediante la ampliación del conocimiento y su aplicación, y problemas que solo esperamos resolver llegando a acuerdos. Los primeros dan lugar a controversias típicamente científicas, que se caracterizan porque se espera que en algún momento podrán clausurarse aportando nuevos hechos de experiencia o nuevos argumentos racionales, o ambas cosas a la vez. En cambio, el segundo tipo de problemas da lugar a controversias sociales y políticas que se caracterizan porque se supone que lo más razonable es esperar que puedan clausurarse mediante un proceso de negociación que permita llegar a algún acuerdo entre las posturas encontradas. Es cierto que, en nuestras sociedades, muchas de nuestras controversias sociales tienen componentes científicos y tecnológicos y, a la inversa, muchas controversias científicas tienen gran relevancia social. Pero, por higiene epistemológica y política, deberíamos esforzarnos por distinguir, en vez de confundir, ambos tipos de cuestiones. Las controversias científicas no se resuelven votando y las controversias políticas no se resuelven calculando.
La necesaria participación ciudadana en la toma de
Estimado colega, no conocemos a nadie que no esté de acuerdo con usted en que “En ciencia no se vota, se llegan a consensos o a disensos comunicados en lenguaje científico” (y fruto, en general, del trabajo científico convergente de numerosos equipos). De hecho ningún movimiento ciudadano promueve “la participación de los ciudadanos ‘no científicos’ en la construcción de la ciencia”. El debate surge únicamente cuando se cuestiona la participación ciudadana en la toma de decisiones en asuntos de política científica. Como señala Miguel A. Quintanilla en su comentario, “deberíamos esforzarnos por distinguir, en vez de confundir, ambos tipos de cuestiones. Las controversias científicas no se resuelven votando y las controversias políticas no se resuelven calculando”.
Este es un debate relacionado con el que ya fue planteado en este mismo foro, el 14 de febrero de este 2011, por la profesora Ana Cuevas Badallo con el título “¿Es factible la participación democrática y ciudadana en asuntos de política científica?”. Nos permitimos, pues, insistir en algunos de los comentarios que incorporamos a dicho debate.
En primer lugar señalábamos que la participación en la toma fundamentada de decisiones precisa de los ciudadanos y ciudadanas, más que un nivel de conocimientos muy elevado, la vinculación de un mínimo de conocimientos específicos, perfectamente accesible a la ciudadanía, con planteamientos globales y consideraciones éticas que no exigen especialización. Más aún, la posesión de profundos conocimientos específicos, como los que tienen los especialistas en un campo determinado, no garantiza la adopción de decisiones adecuadas, sino que se necesitan enfoques que contemplen los problemas en una perspectiva más amplia, analizando las posibles repercusiones a medio y largo plazo, tanto en el campo considerado como en otros. Y eso es algo a lo que pueden contribuir personas que no sean especialistas, con perspectivas e intereses más amplios.
Nos referíamos allí a algunos relevantes ejemplos del papel jugado por movimientos ciudadanos, en confluencia con la comunidad científica, en la resolución de graves problemas socioambientales, como la prohibición del DDT (un peligroso veneno de efecto acumulativo) y otros COP (Contaminantes Orgánicos Permanentes), o la eliminación de los freones que destruyen la capa de ozono que nos protege de las radiaciones ultravioleta. En estos y otros muchos problemas, el papel de la ciudadanía ha sido apoyar las advertencias fundamentadas de la comunidad científica y exigir la aplicación del Principio de Precaución. Para ello los ciudadanos y ciudadanas no necesitaban, debemos insistir, profundos conocimientos específicos, pero sí la capacidad de comprender los argumentos de los expertos; algo que una alfabetización científica básica sí puede proporcionar.
Destacábamos así que la batalla contra el DDT fue dada por científicos como Rachel Carson en confluencia con grupos ciudadanos que fueron sensibles a sus llamadas de atención y argumentos. De hecho Rachel Carson es hoy recordada como “madre del movimiento ecologista”, por la enorme influencia que tuvo su trabajo en los orígenes del denominado movimiento CTS y en el surgimiento de grupos activistas que reivindicaban la necesidad de la protección del medio ambiente. Sin la acción de estos grupos de ciudadanos y ciudadanas con capacidad para comprender los argumentos de Carson, la prohibición del DDT se hubiera producido mucho más tarde, con efectos aún más devastadores, dada la oposición de la industria química implicada, de muchos políticos e incluso de algunos científicos, que inicialmente negaron valor a sus pruebas y le acusaron de “estar contra el progreso”.
Y señalábamos que no era un ejemplo aislado: algo similar ocurrió años después con la destrucción de la capa de ozono y está ocurriendo hoy con el cambio climático provocado por el incremento de gases de efecto invernadero (GEI). Precisamente, lo que ocurrió en torno a la destrucción de la capa de ozono ha de servirnos de ejemplo de las dificultades actuales para interrumpir las emisiones de GEI y de las vías para superarlas. Podemos recordar que las investigaciones de Molina, Rowland y Crutzen acerca de los efectos de los CFC fueron recibidas inicialmente con todo tipo de críticas, siendo acusados de catastrofistas, pese a que sus trabajos no solo señalaban los peligros, sino que apuntaban también las soluciones. Pero finalmente consiguieron, gracias al apoyo de movimientos ciudadanos, que se les prestara la debida atención y que los líderes políticos firmaran el Protocolo de Montreal, evitando una catástrofe de consecuencias muy graves para la biosfera. Los tres recibieron, más tarde, el Premio Nobel por sus investigaciones.
También hoy se da una preocupante discrepancia entre el consenso que muestran miles de publicaciones científicas acerca del cambio climático y lo que recogen los medios de difusión: más del 50% de los artículos publicados en la prensa expresan dudas acerca del cambio climático, presentando a menudo en plan de igualdad las conclusiones convergentes de miles de trabajos científicos y las opiniones carentes de fundamento de unos pocos -pero política y mediáticamente influyentes- negacionistas que acusan a la comunidad científica de catastrofismo en sus análisis y predicciones. Ello se traduce en lógicas dudas de la ciudadanía, que dificultan su implicación.
Se hace necesario por ello, seguimos insistiendo, ayudar a distinguir lo que constituye el consenso científico de las opiniones negacionistas sin fundamento, que responden, a menudo, a miopes intereses particulares a corto plazo. Se necesita promover una seria campaña de la comunidad científica y de los educadores y educadoras de todos los niveles y áreas, tanto de la educación formal como de la no reglada (museos, prensa, TV, etc.) para lograr que la ciudadanía comprenda la gravedad de los problemas a los que nos enfrentamos y la necesidad y posibilidad de hacerles frente. A ello responde la institución por Naciones Unidas de la Década de la Educación por un Futuro Sostenible (2005-2014). Porque sin el activismo ciudadano fundamentado, sin la creación de un clima social, los responsables políticos no adoptarán las medidas necesarias.
Concluíamos expresando nuestro acuerdo –que reiteramos aquí- en que la participación ciudadana en la toma de decisiones en asuntos de política científica plantea problemas… pero ninguno tan grave como su ausencia. Merece la pena, pues, plantearse cómo favorecer dicha participación, que resulta tan esencial como los consensos científicos para evitar la imposición de
La necesaria participación ciudadana en la toma de
Estimado colega, no conocemos a nadie que no esté de acuerdo con usted en que “En ciencia no se vota, se llegan a consensos o a disensos comunicados en lenguaje científico” (y fruto, en general, del trabajo científico convergente de numerosos equipos). De hecho ningún movimiento ciudadano promueve “la participación de los ciudadanos ‘no científicos’ en la construcción de la ciencia”. El debate surge únicamente cuando se cuestiona la participación ciudadana en la toma de decisiones en asuntos de política científica. Como señala Miguel A. Quintanilla en su comentario, “deberíamos esforzarnos por distinguir, en vez de confundir, ambos tipos de cuestiones. Las controversias científicas no se resuelven votando y las controversias políticas no se resuelven calculando”.
Este es un debate relacionado con el que ya fue planteado en este mismo foro, el 14 de febrero de este 2011, por la profesora Ana Cuevas Badallo con el título “¿Es factible la participación democrática y ciudadana en asuntos de política científica?”. Nos permitimos, pues, insistir en algunos de los comentarios que incorporamos a dicho debate.
En primer lugar señalábamos que la participación en la toma fundamentada de decisiones precisa de los ciudadanos y ciudadanas, más que un nivel de conocimientos muy elevado, la vinculación de un mínimo de conocimientos específicos, perfectamente accesible a la ciudadanía, con planteamientos globales y consideraciones éticas que no exigen especialización. Más aún, la posesión de profundos conocimientos específicos, como los que tienen los especialistas en un campo determinado, no garantiza la adopción de decisiones adecuadas, sino que se necesitan enfoques que contemplen los problemas en una perspectiva más amplia, analizando las posibles repercusiones a medio y largo plazo, tanto en el campo considerado como en otros. Y eso es algo a lo que pueden contribuir personas que no sean especialistas, con perspectivas e intereses más amplios.
Nos referíamos allí a algunos relevantes ejemplos del papel jugado por movimientos ciudadanos, en confluencia con la comunidad científica, en la resolución de graves problemas socioambientales, como la prohibición del DDT (un peligroso veneno de efecto acumulativo) y otros COP (Contaminantes Orgánicos Permanentes), o la eliminación de los freones que destruyen la capa de ozono que nos protege de las radiaciones ultravioleta. En estos y otros muchos problemas, el papel de la ciudadanía ha sido apoyar las advertencias fundamentadas de la comunidad científica y exigir la aplicación del Principio de Precaución. Para ello los ciudadanos y ciudadanas no necesitaban, debemos insistir, profundos conocimientos específicos, pero sí la capacidad de comprender los argumentos de los expertos; algo que una alfabetización científica básica sí puede proporcionar.
Destacábamos así que la batalla contra el DDT fue dada por científicos como Rachel Carson en confluencia con grupos ciudadanos que fueron sensibles a sus llamadas de atención y argumentos. De hecho Rachel Carson es hoy recordada como “madre del movimiento ecologista”, por la enorme influencia que tuvo su trabajo en los orígenes del denominado movimiento CTS y en el surgimiento de grupos activistas que reivindicaban la necesidad de la protección del medio ambiente. Sin la acción de estos grupos de ciudadanos y ciudadanas con capacidad para comprender los argumentos de Carson, la prohibición del DDT se hubiera producido mucho más tarde, con efectos aún más devastadores, dada la oposición de la industria química implicada, de muchos políticos e incluso de algunos científicos, que inicialmente negaron valor a sus pruebas y le acusaron de “estar contra el progreso”.
Y señalábamos que no era un ejemplo aislado: algo similar ocurrió años después con la destrucción de la capa de ozono y está ocurriendo hoy con el cambio climático provocado por el incremento de gases de efecto invernadero (GEI). Precisamente, lo que ocurrió en torno a la destrucción de la capa de ozono ha de servirnos de ejemplo de las dificultades actuales para interrumpir las emisiones de GEI y de las vías para superarlas. Podemos recordar que las investigaciones de Molina, Rowland y Crutzen acerca de los efectos de los CFC fueron recibidas inicialmente con todo tipo de críticas, siendo acusados de catastrofistas, pese a que sus trabajos no solo señalaban los peligros, sino que apuntaban también las soluciones. Pero finalmente consiguieron, gracias al apoyo de movimientos ciudadanos, que se les prestara la debida atención y que los líderes políticos firmaran el Protocolo de Montreal, evitando una catástrofe de consecuencias muy graves para la biosfera. Los tres recibieron, más tarde, el Premio Nobel por sus investigaciones.
También hoy se da una preocupante discrepancia entre el consenso que muestran miles de publicaciones científicas acerca del cambio climático y lo que recogen los medios de difusión: más del 50% de los artículos publicados en la prensa expresan dudas acerca del cambio climático, presentando a menudo en plan de igualdad las conclusiones convergentes de miles de trabajos científicos y las opiniones carentes de fundamento de unos pocos -pero política y mediáticamente influyentes- negacionistas que acusan a la comunidad científica de catastrofismo en sus análisis y predicciones. Ello se traduce en lógicas dudas de la ciudadanía, que dificultan su implicación.
Se hace necesario por ello, seguimos insistiendo, ayudar a distinguir lo que constituye el consenso científico de las opiniones negacionistas sin fundamento, que responden, a menudo, a miopes intereses particulares a corto plazo. Se necesita promover una seria campaña de la comunidad científica y de los educadores y educadoras de todos los niveles y áreas, tanto de la educación formal como de la no reglada (museos, prensa, TV, etc.) para lograr que la ciudadanía comprenda la gravedad de los problemas a los que nos enfrentamos y la necesidad y posibilidad de hacerles frente. A ello responde la institución por Naciones Unidas de la Década de la Educación por un Futuro Sostenible (2005-2014). Porque sin el activismo ciudadano fundamentado, sin la creación de un clima social, los responsables políticos no adoptarán las medidas necesarias.
Concluíamos expresando nuestro acuerdo –que reiteramos aquí- en que la participación ciudadana en la toma de decisiones en asuntos de política científica plantea problemas… pero ninguno tan grave como su ausencia. Merece la pena, pues, plantearse cómo favorecer dicha participación, que resulta tan esencial como los consensos científicos para evitar la imposición de
LA CIENCIA SE CONSTRUYE SOCIALMENTE
“…Queda por delante el reto de llevar la participación ciudadana en la ciencia a la práctica y aprender de sus contradicciones”.
Creo que este final del artículo de alguna forma da la clave fundamental al problema tratado, pues plantea en unos términos razonables cuál es el verdadero reto que nos ocupa: Cómo se puede materializar esa necesaria participación ciudadana en la política y proyectos científicos de un país.
Está claro que con esa participación no se está defendiendo, por ejemplo, que haya que poner en tela de juicio fuera del ámbito científico, las reacciones físico-químicas que se producen en una central nuclear para decidir democráticamente sobre su validez, sino, más bien, la discusión y decisión democrática de si ese tipo de fuente energética es el adecuado, o si es conveniente la instalación de una determinada central nuclear.
Los paradigmas científicos se construyen socialmente mediante la discusión crítica y el conocimiento, cada cual el suyo, entiendo, por otra parte, que el método no puede ser un hombre un voto sino mediante los consensos sociales que se construyen al calor de la discusión y el estudio del asunto en cuestión. En esta Sociedad del Riesgo Global es absolutamente necesario que el ciudadano participe en la política científica, en muchos casos implicándose y evaluando críticamente su puesta en práctica, algo que debería formar parte también de la toma de decisiones, mediante mecanismos de retroalimentación.
¡¡¡Plas, plas, plas …!!!
Se puede decir más alto, pero no más claro. Por mi parte solo me queda añadir mis aplausos … ¡¡¡Plas, plas, plas!!!
Saludos cordiales.
Lidia Ruiz
Aclaración
Como aclaración, añadiré que me refería a lo expuesto por Amparo Vilches y Daniel Gil.
La ausencia de participación ciudadana … la inhibición de ciudadan@s o su exclusión con base en su escasa formación científica … es el principal problema a resolver. Esa es mi opinión.
Un afectuoso saludo.
Lidia Ruiz
Participación pública en la ciencia
Cuando los países tenemos problemas institucionales, en las cuales la participación política es nula, es difícil mencionar una verdadera democracia, y menos en la ciencia.
Si pretendemos vivir en un modelo democrático, no se puede suponer que los científicos están en un mundo aparte y actúan aparte de la sociedad. Es necesario generar un flujo de comunicación constante entre sociedad-científico, en el cual este se convierta en un asesor e informador constante de los avances de la ciencia y que en una discusión uno-uno con los ciudadanos se decida qué tipo de ciencia, y cómo, desea la sociedad que se realice.
Esto no es ir en contra de la autonomía del científico. Solamente es la afirmación del derecho que la sociedad tiene sobre su futuro. Pero para lograr esto, es necesario que la Comunidad se informe y asuma un papel activo en la política científica, al mismo nivel que se es activo en la política económica o demás.
Antes de hablar plenamente de una participación pública de la ciencia, es necesario dar este paso: generar una osciedad interesada y capacitada en participar en las discusiones. Hasta entonces, considero que el modelo debe convertir a los científicos en asesores de la sociedad y que esta decida qué quiere por medio de los mecanismos típicos del funcionamiento político
Educação científica e tecnológica: uma necessidade
Achei muito interessante a proposta do fórum, pois esta é uma questão que tenho refletido, entendo a necessidade de haver uma participação mais democrática sobre as decisões científicas, mas será que a população tem condições de participar desse debate de maneira consciente e responsável? Ou será que ela não será facilmente manipulada pelos “interessados” (políticos, empresários ou mesmos cientistas,…)?
Enquanto professora da Educação Tecnológica no Brasil percebo que mesmos os profissionais formados na área tecnológica (engenheiros, tecnólogos) muitas vezes não conseguem ou não querem refletir sobre as questões sociais que envolvem o desenvolvimento científico e tecnológico. Entendo a necessidade de enquanto cidadãos participarmos mais ativamente do processo decisório em relação às questões científicas, porém o grande desafio está em proporcionar uma educação científica e tecnológica em sintonia com a realidade social, articulando as várias dimensões de educação, sociedade, ciência e tecnologia para todos os níveis da educação. Entretanto, para isso necessitamos de professores que proporcionem esse tipo de reflexão em suas aulas, ou seja de professores com posturas epistemológicas diferenciadas do que encontramos hoje no Brasil, pois para tal educação é preciso uma nova postura que pode ser assumida pelos professores para muito além do academicismo e cientificismo, pois se preocupa com o as questões sociais da mudança científico-tecnológica, favorecendo a edificação de atitudes, valores e normas, de maneira que os estudantes possam participar ativamente e responsavelmente do debate político e público sobre questões relacionadas com o desenvolvimento de inovações científico-tecnológicas.
Educación Tecnológica…Si…Gracias
Me parece que es una muy buena alternativa educar a nuestros alumnos en esa dirección, ya que permite, entre otras cuestiones, valorizar la ciencia y la tecnología desde un punto más humano,es decir, \»tecnología humanizada\». Con un desarrollo de valores y actitud crítica, y positiva frente al desarrollo tecnológico, y para que esto suceda, los alumnos deben ser parte de este componente tecnológico.
La tecnología por el hecho de englobar un conjunto extraordinario de conocimientos y hallazgos variados, posee una historia cuyo campo tiene amplias ramificaciones de límites mal definidos (Derry y Williams, 1995). (Cit. por Alejandro Ferrero 1998: 58) Pero, no cabe duda de que la tecnología se ha transformado en un componente de la cultura, (Acero y Aparicio, 1985) de admiración y casi un estilo de vida. La mayoría de los aparatos que nos rodean no existían hace 50 años. Dependemos de sus productos, pero sabemos muy poco de ellos. Admiramos aparatos que nos parecen milagrosos y nos sorprendemos que en muchos sistemas educativos la tecnología aún no haya sido objeto de estudio para las nuevas generaciones.Es muy importante que se realice una alfabetización tecnológica, de tal manera, que los futuros ciudadanos tengan conocimientos que les permita decidir en forma informada y conciente de las virtudes y falencias de cada tecnología que se quiera instalar. Conviene entonces preguntarse:¿Qué se está haciendo en los distintos paises y especialmente en los currículos para incorporar al debate en las aulas respecto de ciencia tecnología y sociedad? En efecto, en varios países de latinoamérica se han incorporados al aula esta nueva asignatura; en otros países ha sido tímidamente su incorporación, incluso se ha quitado las horas asiganadas, sin tener conocimientos de la importancia que significa para los alumnos y profesores la posibilidad de debatir respecto de los objetos tecnológicos y su impacto en la sociedad.
Conocimiento Tacito
La participación de la comunidad no científica es fundamental al considerar la generación del conocimiento como una red en la que interactuamos como receptores (usuarios) y generadores del conocimiento, que a medida que avanzamos se vuelve más complejo multidisciplinario, al final, la adaptación del ser humano a las herramientas científicas disponibles es una consecuencia de haber ideado en base a ciertos hábitos un sistema o producto que facilite la satisfacción de su la necesidad.
Hay un refrán bastante practico “la experiencia es la madre de todas la ciencia”, de podríamos en la construcción del conocimiento explicito que podría referirse a patentes planos mecanismos y otros (que fueron perfeccionándose y generando nuevas brechas de conocimiento), y esta tal ves el más importante que denomina el conocimiento tácito que surge solo de la experiencia, del hacer y que permite modificar, perfeccionar e Innovar!!
Para mi si es importante tener en cuenta a la comunidad en donde se va a desarrollar el proyecto cientifico, por cuanto ellos son los mas afectados o benficiados, maxime hoy en dia que los cientificos parece ser que han perdido el norte y no trabajan por el bien comun sino por el prestigio que le pueda obtener de su investigacion, ya la etica parece haber quedado en los papeles, por lo tanto pienso que se puede reglamentar las participacion de los ciudadanos comumes en la toma de decisiones cientificas, para aminorar el impacto.
comentario
HOLA BELARMINA
Comparto tu comentario , las personas entre mas lean son las personas que tendran mas dominio del tema a debatir .De alli la importancia de una cultura por la lectura
Contradicciones entre ciencia y democracia. ¿Mayor
Me pareció interesante su discusión y por eso me tome la audacia de copiarlo y reproducirlo en el blog de AsoVAC Caracas: http://www.asovac.org/
Saludos
Contradicciones entre ciencia y democracia. ¿Mayor
Me pareció interesante la discusión y dado que eso se adviene a un asunto que en la comunidad cientifica en Venezuela tiene que afrontar, tome la osadía de copiarlo y reproducirlo en el Blog de la Asocaciación Venezolana para el Avance de la Ciencia, Capitulo Caracas: http://www.asovac.org/
Para la ciencia todo VALE
El avance de la ciencia se obtiene de análisis a nivel científico que permiten validar procesos o manifestaciones que incurren en los cambios o heterogeneidades presentes en el mundo al que pertenecemos, así que desde allí se presenta la participación de todo ciudadano desde las diferentes perspectivas que quizá hacen que se originen las discusiones científicas y no se este de cuerpo presente en ellas, pero los hilos de la comunicación cooperan con el viaje del conocimiento de las situaciones dignas de atención científica así hallan surgido del individuo o del colectivo no científico. por ejemplo el trabajo en las lineas de acción de estrategia nacional (liderada por COLCIENCIAS – Colombia) permite la participación ciudadana en políticas publicas de CTI fortaleciendo las capacidades de la sociedad para tomar decisiones que contribuyan a la resolución de conflictos que involucran conocimientos científicos y tecnológicos.
El Consejo Internacional de la Ciencia (ICSU) promulga: La comunicación de la ciencia genera derechos y deberes al científico,este debe propiciar comunicación de resultados a la sociedad y participar en la discusión del uso que se le vaya a dar al conocimiento científico.
Por tanto el avance de la ciencia se da a la luz del uso y validación del aporte que se le entrega a la sociedad en general y esta a través de los medios de comunicación se convierte en participe directa o indirecta de decisiones que adquieren el valor de científicas.
Comentario
El comun de la gente son los beneficiados de la ciencia. es el comun de la gente que se sirve de los inventos y descubrimientos de los grandes científicos.
El el ciudadano comun que debe participar a la construcción de la ciencia como beneficiario y aportando sus opiniones,como también sus valoraciones sobre la ciencia en forma democrática
Ing. Agronomo, MA Relaciones Internacionales
En general todo niño se auto educa a los mayores le corresponde ofrecer el trato las condiciones para que ello ocurra.
Enriquecimiento del conocimiento
Buenas trades. Estoy de acuerdo con Amparo Vilches y Daniel Gil en que la participación ciudadana en la toma de decisiones en asuntos de política científica plantea problemas… pero ninguno tan grave como su ausencia y la idea de plantearse cómo favorecer dicha participación. Pero educar a la gente probablemente se pueda conseguir, pero eso es muy muy complicado.
Casi resulta una utopía,es un mundo en el que las decisiones son tomadas por científicos, que por diversas razones claras serían decisiones mejores que la de los propios ciudadanos, pero la importancia de éstos reside en la elección de dichas decisiones y por tanto, no que ofrezcan las ideas sino hacerles partícipes de ellas. Además existen diversos casos en el que personas sin estudios que han dado un nuevo punto de vista o han aportando ideas totalmente nuevas como son Walt Disney o el mismo Einstein. a estas personas si se les hubiera rechazado por no tener estudios no tendríamos ni la mitad de los avances tecnológicos que poseemos en la actualidad.
Es razón que los científicos sean los que den las ideas y los ciudadanos escojan y poco a poco vayan tomando una mayor participación, pues el diálogo entre ambos grupos no debe de ser de disputa, sino de enriquecimiento del conocimiento. El no científico aprenderá del científico, y el científico podrá sacar conclusiones positivas del no científico gracia a los criterios propios de cada persona y así podr realizar un análisis general.
Ciencia y Política
Estimados amigos, desde Max Weber tenemos esta dicotomía, y ya Platón era partidario del gobierno de los filósofos, y una especie de tutelaje de los científicos, sobre el Demos. Pero lo cierto es que el riesgo y la consecuencia de la Toma de Decisiones, siempre siempre es asumido y sufrido por los ciudadanos y no por los científicos, por ello creo que los planos están bien determinados. En la sociedad Democratica, los científicos deben convencer con sus conocimientos, pero quienes hace el juicio de valor y deciden son los ciudadanos.
Estoy de acuerdo en ciencias prácticas como la Política, los científicos se nutren y deben considerar las decisiones del Demos, pues es la única manera de hacer propuestas convincentes.