EL DEBATE: Rankings de universidades: ¿para qué y cómo construirlos?

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Por Sandra N. Brisolla

Departamento de Política Científica e Tecnológica, Universidade Estadual de Campinas, Brasil.

John Maynard Keynes sostenía que el cálculo económico del valor de inversión de cada capitalista, necesario para garantizar el pleno empleo de los factores de producción de una sociedad, no es una tarea compleja; ¡es imposible! No se trata de que Keynes no se haya beneficiado de la existencia de computadoras capaces de manejar múltiples variables correlacionadas, que le permitieran reproducir ad infinitum modelos de simulación. El economista sabía que la inestabilidad, origen de los ciclos económicos, es una característica inherente del capitalismo. Así, Lord Keynes no sería rehén de la tendencia a tratar los fenómenos sociales como variables cuyo comportamiento se supone predecible, a través de modelos estadísticos, fruto de la confusión entre una herramienta de análisis (como la econometría) y la reflexión teórica que ella sustituye. Y por ello es evocado hasta hoy para explicar fenómenos que no podría prever, como la crisis que se abatió sobre el centro neurálgico del sistema capitalista actual, pero que sí podría ayudar a resolver. Tampoco vivió para presenciar el repetido intento de representar numéricamente las características de los fenómenos socioeconómicos y culturales, una simplificación de la realidad no exenta de consecuencias.

El uso de símbolos y números representativos para caracterizar los comportamientos y las cualidades de variables determinadas socialmente responde a la necesidad de hacer medibles las variables sociales. Esto ocurre, por ejemplo, con los números índice. La aplicación más común es el índice de precios. Hay por lo menos dos metodologías para su construcción reconocidas como básicas, y otras que en general son el resultado de su combinación. En el primer caso se mide la variación de los precios tomando como base la comparación de la canasta básica de consumo (los bienes y servicios esenciales para su supervivencia) de los trabajadores de ingresos más bajos en el pasado. En el segundo índice se compara el precio medio ponderado por los ítems que componen su canasta de consumo actual con el costo de esos bienes y servicios en el pasado. Sin embargo, si la inflación se está comiendo los salarios, la elección de la nueva canasta de consumo como base después de la subida de precios redundará en una subestimación de la tasa de inflación indicada por el segundo índice, ya que el trabajador ya habrá reemplazado los productos más caros por otros más baratos. Esto demuestra que incluso un indicador aparentemente no contaminado como éste, se traduce en la disminución del poder adquisitivo de aquellos cuyo salario se ajusta por el índice de inflación. El índice más utilizado, que corresponde a la media geométrica entre los dos primeros, reduce el impacto negativo para el trabajador, sin eliminarlo. La conclusión que emerge es que la inflación es un mecanismo de transferencia de ingresos de los trabajadores hacia los rentistas, y los números índice sirven como un instrumento de legitimación de esa expoliación.

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EL DEBATE: ¿Tienen los expertos autoridad epistémica en la democracia?

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Por Fernando Broncano

Departamento de Humanidades: Filosofía, Lenguaje y Literatura. Universidad Carlos III de Madrid, España.

La pregunta supone, en un sentido fáctico, que los expertos ya forman parte esencial de muchas o casi todas las decisiones que se toman en las democracias contemporáneas. Las políticas públicas en economía, salud, educación, seguridad, medioambiente, innovación, etc., tienen un componente político y otro componente epistémico. El conocimiento establece los límites de lo que es posible hacer en el sentido de condicionantes físicos, técnicos e informacionales; y la decisión política establece la alternativa que se considera conveniente atendiendo a los fines de justicia, igualdad y libertad que constituyen la razón de ser del espacio político. Una división clara de funciones entre expertos que ofreciesen su conocimiento de forma neutra y un aparato de decisión (ejecutiva, legislativa o jurídica) legitimado por sus orígenes democráticos parecería una solución racional y eficiente a la cuestión de cómo debe operar el conocimiento en la democracia.

Pero sabemos que no son así las cosas y que probablemente esta manera de plantearlas nace de una epistemología política y de una política epistemológica asentadas en otras épocas en las que el conocimiento no era tan determinante en las dinámicas de la sociedad ni la política tan entreverada con el conocimiento.

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EL DEBATE: Rankings de universidades, a favor y en contra

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Por Isidro F. Aguillo (1), Carlos Pérez Rasetti (2)

(1)Laboratorio de Cibermetría, IPP-CCHS-CSIC, España. (2) Universidad Nacional de la Patagonia Austral y Universidad Nacional de La Matanza, Argentina.

En esta oportunidad, el Foro CTS propone un debate a dos tiempos. Dos posiciones antagónicas sobre un mismo tema: la validez de los rankings universitarios. Los expertos Isidro Aguillo y Carlos Pérez Rasettidisertan acerca de los distintos aspectos que componen esta nueva manera de comunicar evaluaciones. La imparcialidad de los rankings o su total carencia de ese atributo, la rigurosidad metodológica que los sustenta, lo que dicen o enmudecen acerca de la universidad y el efecto que producen a nivel masivo son algunos de los puntos revisados en este foro doble. Rankings universitarios: por qué sí y por qué no. La respuesta, en manos de los lectores.

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EL DEBATE: Educación superior para una América Latina global

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Por Diego Bernardini Zambrini y Fernando Pedrosa

Profesor y director del Programa de Doctorado en Sociología, Universidad de Belgrano, Buenos Aires, Argentina.

La educación tiene una dimensión inmaterial en el corto plazo y una gravitación fundamental como activo económico en el largo plazo. Incide en la salud, en el bienestar, en la cultura, en el producto bruto interno; es un activo que genera ideas y empleos. Las oportunidades existen, pero sacarán mayores ventajas de ellas quienes sepan aprovecharlas de mejor forma. Sin embargo, el panorama regional no parece querer hacer las cosas tan simples. Consideremos de comienzo que América Latina es la región más desigual del planeta. Según el indicador de desigualdad de ingreso más generalizado, el Índice de Gini, cinco de los diez países más desiguales del mundo se encuentran en América Latina; y de hecho los países más equitativos de la región tienden a ser más desiguales que los más desiguales de Europa. Paralelamente, la región se está recuperando de la peor crisis económica mundial desde la década del treinta, luego de que ésta impactara de manera muy desigual en ella; mientras Uruguay creció mínimamente, México tuvo una caída de casi un 7 por ciento de su PBI.

Las crisis económicas acarrean desocupación y un mayor grado de vulnerabilidad. La caída del poder adquisitivo y la capacidad de compra y consumo, así como la satisfacción de las necesidades básicas, son factores que habitualmente afectan con mayor intensidad a los sectores más pobres de la población. Sobre cómo las crisis económicas afectan a la salud de la población se reporta, para la crisis de 2001 en la Argentina, un descenso de la cobertura pre natal del 43%, un 20% en la caída sobre el porcentaje de niños con controles de salud adecuados en el primer año de vida o un aumento del 32% de los casos notificados de SIDA. En el área educativa, los antecedentes inducen a pensar que las crisis afectan a través de distintos factores los procesos de aprendizajes. Variables como los días de clase tienen un impacto positivo sobre el desempeño de los alumnos, así como la presencia de materiales escolares (mapas, libros o útiles de geometría) cuya presencia en las aulas también se relaciona con un mejor aprendizaje. Para mal de mayores, hoy América Latina perdió el privilegio como región receptora de la Ayuda Oficial al Desarrollo que en los últimos años ha crecido sin igual, pero que hoy se orienta prioritariamente al continente africano y a determinados países de Asia, especialmente en temas tan delicados como la salud.

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EL DEBATE: La Sociedad de la Información: ¿una nueva disciplina científica?

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Por Susana Finquelievich

Investigadora del CONICET con base en el Instituto de Investigaciones Gino Germani, Universidad de Buenos Aires, Argentina. Presidenta de LINKS A.C. y especialista en temas de Sociedad de la Información y el Conocimiento.

Más de un investigador que trabaja sobre la Sociedad de la Información se ha quedado perplejo ante una convocatoria a proyectos, a una descripción de su especialidad, a cualquier circunstancia en que tenga que «nombrar» su especialidad. ¿A qué disciplina corresponden las investigaciones y estudios sobre la Sociedad de la Información?

La Sociedad de la Información puede definirse como un «nuevo sistema tecnológico, económico y social. Una economía en la que el incremento de la productividad no depende del incremento cuantitativo de los factores de producción (capital, trabajo, recursos naturales), sino de la aplicación de conocimientos e información a la gestión, producción y distribución, tanto en los procesos como en los productos» (1). También puede definirse como un «estadio económico social cuyas acciones de supervivencia y desarrollo están caracterizadas por la capacidad potencial de sus miembros (personas y organizaciones) de hacer un uso evolutivo (extensivo, intensivo y estratégico) de las TIC para interconectarse en red entre ellas de modo convergente, ubicuo, instantáneo y multimedial» (2).

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EL DEBATE: Chagas, ¿qué, para qué y para quiénes se investiga?

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Por Mariana Sanmartino

CONICET - Grupo de Didáctica de las Ciencias, IFLYSIB (UNLP-CONICET-CIC). La Plata, Provincia de Buenos Aires, Argentina.

Nadie puede negar que en las últimas décadas se han incrementado considerablemente los conocimientos acerca de la enfermedad de Chagas, tanto entre los científicos -biomédicos- como entre las autoridades sanitarias en general. Sin embargo, esto no se ha traducido en una disminución proporcional del número de personas que conviven con los insectos vectores o llevan en su sangre el Trypanosoma cruzi. Se observa aún una gran distancia entre los progresos logrados en el conocimiento científico y la situación cotidiana de las poblaciones afectadas por el Chagas. En los tiempos que corren, esto debería resultarnos inadmisible. Por otra parte, parece existir un consenso generalizado en el ámbito científico y sanitario en considerar al Chagas como uno de los problemas de salud pública más graves de América Latina. Sin embargo, no se cuenta actualmente con cifras que representen de manera confiable la magnitud real de la endemia, estimando que en la región existen al menos 15 millones de personas infectadas y una población en riesgo de 28 millones. Las estadísticas imprecisas son un claro resultado del sinnúmero de elementos que entran en juego y constituyen el entramado de la problemática del Chagas.

Tradicionalmente, el Chagas ha sido considerado como un tema de estricto abordaje biológico y médico. Esto ha marcado también un abismo entre la cantidad de conocimiento acumulado acerca de los aspectos biomédicos, y aquel referido a los factores sociales que caracterizan a este complejo problema. En este sentido, cuando ampliamos la mirada más allá de los aspectos biológicos o médicos, nos encontramos con más preguntas que respuestas. Preguntas que hacen al contexto histórico y actual de la realidad de las poblaciones más olvidadas de la región. Contexto en el cual el Chagas constituye un problema secundario que en la mayoría de los casos queda oculto detrás de la lucha cotidiana por la supervivencia. Y el escenario se hace más complejo aún cuando vemos que en las últimas décadas, debido a los crecientes movimientos migratorios, el Chagas dejó de ser un problema exclusivamente rural y también dejó de ser una realidad exclusivamente latinoamericana. Es recién en ese momento, al intentar al menos enumerar o imaginar la compleja trama de elementos involucrados, cuando se puede empezar a entender verdaderamente de qué hablamos cuando hablamos del Chagas.

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EL DEBATE: La educación media y la ciencia: crónica de una catástrofe

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Por Pablo M. Jacovkis

Profesor de las Facultades de Ciencias Exactas y Naturales e Ingeniería de la Universidad de Buenos Aires, Argentina.

Para resumirlo de una forma sintética, por lo menos en el caso argentino, la enseñanza de las ciencias en la escuela media es una catástrofe. En general es difícil conseguir equipamiento de laboratorio (y computadoras) y muchas veces, cuando profesores o directores esforzados y con inquietudes logran que se adquieran, son robados y nunca más repuestos. Es casi imposible enseñar ciencia en un colegio secundario sin laboratorios, con profesores cada vez menos motivados y con alumnos desinteresados. Como mezquino consuelo podemos decir que la situación también es crítica en las otras áreas de incumbencia de la educación secundaria, o sea el problema es más concretamente una crisis global y total de la enseñanza en la escuela media. Los alumnos que ingresan a la universidad en muchos casos fracasan o se demoran muchísimo por el esfuerzo inmenso que les requiere acomodarse a una manera de pensar y encarar los problemas a la cual no están acostumbrados. En última instancia, el Ciclo Básico Común de la Universidad de Buenos Aires cumple el papel de cubrir la distancia entre lo que sabe y lo que debería saber un estudiante secundario que llega a la universidad, y muchísimos estudiantes tardan bastante más que el año previsto para terminarlo con éxito, sin contar con los que no lo terminan nunca.

En la República Argentina, esta crisis se debe a varios factores, entre los cuales cabe mencionar en primer término la espantosa reforma de la enseñanza durante la década de 1990 a través de la Ley Federal de Educación, con la destrucción de la tradicional escuela primaria y secundaria (y en particular con la destrucción de la enseñanza técnica); curiosamente esa Ley (afortunadamente ya derogada y reemplazada por otra mucho mejor) es ahora bastante huérfana, nadie se hace responsable de su gestación. Esto, unido a un desprestigio cada vez mayor en la sociedad de la importancia de la educación, a una visión de acuerdo a la cual la educación era algo superfluo para el triunfo personal en la vida, a una pérdida de objetivos de la educación media y una actitud de los gremios docentes basada exclusivamente en exigencias de aumentos de salarios (por supuesto justas) pero nunca en asumir como responsabilidad propia el mejoramiento de la enseñanza, y a la eliminación de cualquier consigna que indique que estudiar es importante y que, independientemente de otros factores, hay que esforzarse por aprender, llevó al descalabro espantoso que estamos sufriendo (en muchos sectores de la sociedad, incluso -desgraciadamente- en sectores intelectualmente influyentes, se considera que inducir a esfuerzos en la educación es autoritarismo y debe ser combatido).

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EL DEBATE: Del trópico, los tomates y la clonación in vitro. Las dificultades de buscar información académica en Internet

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Por Rodolfo Barrere y Lautaro Matas

Observatorio Iberoamericano de la Ciencia, la Tecnología y la Sociedad

¿Qué tienen en común el trópico, los tomates y la clonación in vitro? Al menos una cosa, que son los diferentes temas abordados por los tres primeros documentos científicos que ofrece Google Scholar cuando un usuario introduce el cotidiano término “cultivo”. Parecen cosas muy distintas, y efectivamente lo son, aunque el buscador no puede privilegiar uno sobre el otro porque no tiene forma de saber qué está buscando realmente el usuario. Y es que los usuarios, muchas veces, no sabemos muy bien qué es lo que buscamos. Nuestro ejemplo del agua resulta un poco extremo, pero ¿qué pasa si nuestro hipotético usuario, frustrado por la imprecisa experiencia inicial -y devanándose los sesos en un esfuerzo de precisión- busca ahora bajo los términos “cultivos y agua”? Encontrará una vez más una diversidad importante de temáticas, que van desde la necesidad de agua en la agricultura, la calidad de la misma e información sobre riego tecnificado. La cosa mejora, pero nuestro esforzado investigador aún tiene muchas decisiones que tomar, refinando la búsqueda en un proceso iterativo -y temporalmente indefinido- hasta que dé con lo que buscaba o se canse y dedique su ancho de banda a una tarea menos frustrante, como hacer un Sudoku en Internet o chatear con amigos.

Es que el foco de este tipo de herramientas está puesto en la “recuperación de información”, una disciplina que busca resolver el viejo problema de encontrar una aguja en un pajar. El ordenamiento de los resultados según su relevancia medida en citas, por ejemplo, es de gran utilidad, pero sigue partiendo de la base de que sólo nos interesan las agujas y no, por ejemplo, una máquina de coser completa que, oculta en el mismo pajar, solucionaría mucho mejor nuestro problema.

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