John Maynard Keynes sostenía que el cálculo económico del valor de inversión de cada capitalista, necesario para garantizar el pleno empleo de los factores de producción de una sociedad, no es una tarea compleja; ¡es imposible! No se trata de que Keynes no se haya beneficiado de la existencia de computadoras capaces de manejar múltiples variables correlacionadas, que le permitieran reproducir ad infinitum modelos de simulación. El economista sabía que la inestabilidad, origen de los ciclos económicos, es una característica inherente del capitalismo. Así, Lord Keynes no sería rehén de la tendencia a tratar los fenómenos sociales como variables cuyo comportamiento se supone predecible, a través de modelos estadísticos, fruto de la confusión entre una herramienta de análisis (como la econometría) y la reflexión teórica que ella sustituye. Y por ello es evocado hasta hoy para explicar fenómenos que no podría prever, como la crisis que se abatió sobre el centro neurálgico del sistema capitalista actual, pero que sí podría ayudar a resolver. Tampoco vivió para presenciar el repetido intento de representar numéricamente las características de los fenómenos socioeconómicos y culturales, una simplificación de la realidad no exenta de consecuencias.
El uso de símbolos y números representativos para caracterizar los comportamientos y las cualidades de variables determinadas socialmente responde a la necesidad de hacer medibles las variables sociales. Esto ocurre, por ejemplo, con los números índice. La aplicación más común es el índice de precios. Hay por lo menos dos metodologías para su construcción reconocidas como básicas, y otras que en general son el resultado de su combinación. En el primer caso se mide la variación de los precios tomando como base la comparación de la canasta básica de consumo (los bienes y servicios esenciales para su supervivencia) de los trabajadores de ingresos más bajos en el pasado. En el segundo índice se compara el precio medio ponderado por los ítems que componen su canasta de consumo actual con el costo de esos bienes y servicios en el pasado. Sin embargo, si la inflación se está comiendo los salarios, la elección de la nueva canasta de consumo como base después de la subida de precios redundará en una subestimación de la tasa de inflación indicada por el segundo índice, ya que el trabajador ya habrá reemplazado los productos más caros por otros más baratos. Esto demuestra que incluso un indicador aparentemente no contaminado como éste, se traduce en la disminución del poder adquisitivo de aquellos cuyo salario se ajusta por el índice de inflación. El índice más utilizado, que corresponde a la media geométrica entre los dos primeros, reduce el impacto negativo para el trabajador, sin eliminarlo. La conclusión que emerge es que la inflación es un mecanismo de transferencia de ingresos de los trabajadores hacia los rentistas, y los números índice sirven como un instrumento de legitimación de esa expoliación.
Seguir leyendo