Hace casi 80 años que la humanidad cuenta con computadoras digitales programables. La Z3 de Konrad Zuse y la británica Colossus Mark 1 fueron algunas de las pioneras. Por ese entonces, operaciones tales como la multiplicación de dos números tomaban entre 1 y 5 segundos. El vertiginoso ritmo tecnológico que nos rodea hace que estas primeras máquinas parezcan elementos prehistóricos.
Sin embargo, con tan sólo 80 años, la computación es una disciplina muy joven, ni siquiera adolescente. Como tal, quienes la ejercemos y estudiamos solemos mantener la mirada fija hacia adelante. Tomemos por ejemplo el caso de Clementina, primer computadora para uso universitario de Argentina y entre las primeras de América Latina. Tras un intenso y fructífero período de utilización desde su instalación en 1961 y hasta la trágica noche de los bastones largos en 1966, fue paulatinamente cayendo en el olvido. Finalmente, ya entrada la década del ’70, su utilización decae y en 1971 el diario La Nación publica una nota donde da cuenta de su estado de deterioro y desmantelamiento.
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