Aunque pensamos y hablamos todo el tiempo con metáforas, siempre hay algo sospechoso e incómodo en ellas si se las relaciona con la ciencia, terreno que le está vedado desde siempre. Y está claro por qué: según la imagen estándar, las ciencias se relacionan con el lenguaje referencialmente riguroso, formalizado y clarificado, mientras que la literatura o la retórica se vinculan con la creatividad, la asociación libre, la falta de límites lógicos y formales. Se trata, sin duda, de visiones estereotipadas y mitológicas más que reales, que gozaron de tanto alcance y difusión que propiciaron un tácito pacto cultural de caballeros durante siglos: la literatura (y la retórica) con un dominio hegemónico sobre un territorio que a la ciencia no le interesa; la ciencia, por su parte, en la búsqueda de un lenguaje neutro y depurado, despreciando las expresiones figuradas o desviadas.
Sin embargo, la ciencia está llena de metáforas. Por citar solo algunas muy conocidas: el universo es una especie de organismo, o bien una “máquina”; la humanidad o una civilización se “desarrolla” o “muere”; las leyes de la economía o la sociología son equivalentes a las de la física newtoniana; el mercado se autoregula por la “mano invisible”; la mente humana es una “computadora” y una computadora es una “mente”; la ontogenia humana repite la “filogenia” o viceversa; la “información” de una generación a otra de seres vivos se transmite mediante un “código genético”. Y no se trata de meras formas de hablar para transmitir conocimiento a los legos, aunque en ocasiones lo sea, sino de un uso cognitivo de la metáfora por, al menos, tres razones: i) la profusión de de metáforas en todas las áreas científicas lleva a sospechar fuertemente que su uso es la regla y no la excepción; ii) las expresiones metafóricas –casi siempre- son la forma única y habitual en la cual los científicos que se expresan y no sustitutos o paráfrasis de otras expresiones literales que usarían entre pares; y iii) las consecuencias teóricas y prácticas de las metáforas son parte del corpus teórico al cual pertenecen, al modo de los teoremas de un sistema axiomático. Ahora bien, revisar el uso cognitivo de las metáforas, que aquí llamaré “metáforas epistémicas” o ME (Palma, 2004), interpela al menos cuatro campos de problemas diferentes: al concepto mismo de metáfora; a la tradición epistemológica estándar y a sus herejías posmodernas como los estudios sociales de la ciencia; a la historia de las ciencias y a las ciencias biológicas.
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